Infancia y juventud

El nacimiento de Jaina se produjo justo antes de la Primera Guerra, siendo la hija menor en un hogar importante del reino de Kul Tiras, aliado del reino de Lordaeron, del que su padre, Daelin Valiente, era almirante de su flota. A muy temprana edad descubrió su talento mágico y siempre gustó de escuchar historias sobre la gran guardiana Aegwynn. Su potencial en las artes mágicas no pasó desapercibido y fue enviada a Dalaran a ser instruida por el propio archimago Antonidas, llegando a convertirse en una de las pocas hechiceras que servían directamente a Dalaran.

Pronto forjó una gran amistad, que se convertiría en relación romántica, con Arthas, heredero al trono de Lordaeron, al que conoció en la Catedral de Lordaeron. El príncipe Kael’thas, hijo de Anasterian y también estudiante en Dalaran, también suspiraba por Jaina, aunque esta escogió al heredero de Lordaeron. Pronto comenzaron a realizar viajes juntos, paseando su amor por cada sitio que visitaban. Uno de esos viajes fue a un campo de reclusión de orcos que habían sido capturados tras la Segunda Guerra, en el que llegaron incluso a hablar de matrimonio. Arthas se preguntaba si realmente estaban preparados para casarse o quizá deberían centrarse cada uno en sus deberes; él como heredero al trono de Lordaeron y ella como estudiante de magia en Dalaran. Por esta razón decidió romper abruptamente la relación, lo que provocó un gran dolor en Jaina, aunque acabó aceptándolo ya que sabía que era lo correcto.

Los sucesos de la Tercera Guerra

Tiempo después, estando en Dalaran, Jaina presenció ocultándose una conversación de Antonidas con un misterioso profeta. En ella el gran archimago, deseoso de saber las causas de la plaga que estaba azotando Lordaeron, conoció detalles de la Legión y fue aconsejado para que abandonase todo y huyese a Kalimdor, el continente del oeste. Antonidas consideró las advertencias como insensatas y las rechazó, pero Jaina se acercó a su mentor intentando convencerle de que tal vez debían hacer caso a sus advertencias. El gran aprecio que sentía por ella no cambió su forma de ver las cosas, pero si que consiguió que fuese enviada junto a Arthas para investigar la peste en la aldea de Remol.

Una vez llegaron a Remol, descubrieron que lo que estaba sucediendo allí no era normal. Se encontraron un nigromante, varios no-muertos y una criatura que parecía haber sido creada con trozos de cadáveres diferentes. Poco a poco fueron derrotando a los no-muertos hasta llegar a un granero en el que encontraron pruebas de que el grano estaba infestado y su procedencia era Andorhal, la ciudad que se encargaba de distribuir el grano en todo Lordaeron.

Ambos persiguieron al nigromante, pero logró escapar, no sin antes identificarse como Kel’thuzad, un antiguo miembro del Kirin Tor, lo que sorprendió a Jaina. A continuación, decidieron acudir a la raíz del problema y se dirigieron a Andorhal para continuar sus pesquisas. Una vez allí, tuvieron que encargarse de nuevo de un grupo de no-muertos para, finalmente, enfrentarse a Kel’thuzad al que Arthas consiguió derrotar finalmente.

Exhaustos por la batalla, Jaina y Arthas decidieron visitar Vega del Amparo para poder descansar y curar sus heridas. Sin embargo, lo que se encontraron allí es que el grano de Andorhal ya había llegado y había sido distribuido entre los ciudadanos. La peste que infestaba el alimento no provocaba la muerte, sino una transformación en no-muertos, por lo que Jaina abandonó el lugar para avisar a Uther en busca de refuerzos, dejando a Arthas encargado de la lucha contra los no-muertos. Cuando los Caballeros de la Mano de Plata llegaron al lugar, se encontraron con una ciudad destruida y a Arthas luchando en una batalla que tenía casi perdida. Gracias a la ayuda de los refuerzos recién llegados, pudieron hacer retroceder a las criaturas y Arthas decidió ir a Stratholme para enfrentarse al responsable de la distribución del grano infestado, Mal’ganis.

Jaina y Uther no tuvieron otra opción que seguir a Arthas hasta Stratholme. A su llegada, comprobaron que el grano ya había sido consumido por los habitantes, por lo que su destino ya estaba sellado y era cuestión de tiempo que se convirtieran en no-muertos. En ese momento, y ante la incredulidad de Jaina y Uther, Arthas decidió purgar toda la ciudad, asesinando a todos los habitantes para evitar su transformación. Uther rehusó ayudar al joven príncipe y, tras una discusión, este lo acusó de traición y disolvió la orden de la Mano de Plata. Jaina también rechazó la medida de Arthas, al considerarla una barbaridad, y se fue con Uther.

Cuando Jaina y Uther regresaron a las ardientes ruinas de Stratholme observaron con horror la masacre que había llevado a cabo Arthas. En ese momento, un misterioso profeta se le apareció a Jaina recomendándole conducir a su pueblo al oeste, hasta Kalimdor. Era el mismo profeta que se había aparecido a Antonidas y, Jaina, convencida decidió iniciar los preparativos para el viaje. Al poco de su partida, se produjo la invasión de Lordaeron por parte de la plaga.

El nuevo mundo

Tras su llegada a Kalimdor, Jaina descubrió que los orcos ya se encontraban en el nuevo continente, por lo que pensó que la habían seguido y decidió enfrentarse a ellos. Los orcos, comandados por Grom Grito Infernal ofrecieron una resistencia férrea, llegando incluso a superar a los humanos liderados por Jaina, lo que obligó a la joven hechicera a buscar un lugar en el que poder mantener a raya al enemigo. Se replegaron hacia la Cima del Espolón, un buen lugar para minimizar la superioridad orca, y además el lugar del que provenía un gran poder. Poco a poco las fuerzas orcas fueron acabando con las defensas humanas y Jaina se vio obligada a investigar el interior de la montaña en busca de ese poder que pudiera decantar la balanza hacia su bando.

Al adentrarse en el interior de la montaña, Jaina se encontró con Thrall y Cairne, pero justo cuando iban a comenzar a luchar, el Oráculo, a quien Jaina reconoció como el profeta que se le había aparecido, los interrumpió y les pidió que unieran fuerzas contra la Legión.

Jaina aceptó desconfiando de sus nuevos aliados y poniendo como condición controlar a los orcos con los que había estado luchando. Pero Grom no respondía de sus actos al estar corrompido por la sangre de Mannoroth por lo que Thrall y Jaina decidieron trazar un plan que permitiría al orco salvar la vida de su amigo. Entregó a Thrall una Gema del Alma para capturar con ella la esencia de Grom y hacerle recuperar la razón. Esto logró afianzar la alianza entre la joven y el orco.

Jaina y Thrall, guiados por una visión de este último, se adentraron en una cueva en la que se encontraron con Malfurion y Tyrande, líderes kaldorei. Junto a ellos se encontraba el misterioso profeta quien, por fin, reveló su identidad como Medivh el Guardián. Este les pidió que unieran sus fuerzas para enfrentarse a la Legión, ya que el enemigo era poderoso y necesitaban una alianza fuerte para poder hacerle frente. El plan de la Legión era llegar hasta Nordrassil, en el Monte Hyjal, para destruirlo. Todos escucharon atentos al profeta y decidieron colaborar para defender el árbol del mundo.

Jaina preparó una primera defensa contra la Legión en la base de la montaña, aún sabiendo que serían los primeros en caer. Justo antes de la caída de sus defensas, Jaina utilizó hechizos de teletransporte para desplazarse al campamento orco, a medio camino de la cima. Allí se enfrentaron de nuevo a los demonios, codo con codo con los orcos. A medida que las defensas iban cayendo, Jaina volvió a utilizar hechizos de teletransporte para desplazarse a una zona segura, mientras Archimonde, liderando a la Legión, era derrotado por los fuegos fatuos despertados por Malfurion con el Cuerno de Cenarius.

Asentamiento en Kalimdor

Después de derrotar a la Legión en el Monte Hyjal, Jaina reunió a los humanos restantes en la costa este de Kalimdor, lugar donde fundó la ciudad de Theramore.

Cierto día apareció a las puertas de la nueva ciudad un semiorco llamado Rexxar que, acompañado de un trol llamado Rokhan, pedía explicaciones a Jaina por la invasión de Durotar llevada a cabo por fuerzas humanas y el intento de asesinato del Jefe de Guerra, Thrall. Jaina desconocía el origen de esa invasión y ofreció su ayuda para investigar quien estaba detrás de estas actividades. Juntos se dirigieron a la zona en la que el contingente humano se encontraba apostado y descubrieron que estaban sufriendo un ataque por parte de fuerzas naga. Todos los humanos perecieron en el ataque, salvo uno de ellos que, moribundo, confesó a Jaina que su propio padre, el Almirante Daelin Valiente, estaba detrás de esos ataques a posiciones orcas.

Jaina regresó con Rexxar y Rokhan a Theramore, pero al llegar se encontraron con el mismísimo Daelin Valiente, quien mandó apresar a los acompañantes de su hija. Jaina intentó hacer ver a su padre que la Horda ya no era su enemiga sin éxito, por lo que decidió ayudar a escapar al trol y al semiorco.

Thrall, Jefe de Guerra de la Horda, no tardó en conocer tales sucesos y envió un grupo de asalto con el fin de expulsar a las fuerzas de Kul Tiras. Jaina le suplicó que respetase a los humanos que simplemente seguían órdenes de su padre, ya que los consideraba su verdadera familia, y ayudó a Rexxar a romper el bloqueo marítimo que había establecido el Almirante Valiente, además de aprovechar para ordenar a sus tropas que no interviniesen cuando se produjera el asalto. De esta forma, la Horda pudo invadir la isla de Theramore y acabar con la vida del padre de Jaina, justo después de escuchar a su hija decirle: “¿Por qué no escuchaste?”.

Theramore y Durotar mantuvieron una frágil paz durante al menos tres años, con desconfianzas mutuas en las que cualquier pequeño contratiempo podría dinamitar fácilmente el status quo.

A pesar de toda esa tensión entre ambas facciones, Thrall se vio obligado a pedir ayuda a Jaina para reubicar un grupo de truenagartos que se habían desplazado de su lugar natural debido a unas operaciones de desforestación en el Monte del Trueno. Cuando Jaina intentó trasladar a los lagartos al otro lado de Mulgore, se encontró con que la región estaba siendo protegida de forma mágica y que su único habitante era, ni más ni menos que, la Primera Guardiana Aegwynn.

Zmodlor, un demonio menor, trabajaba codo con codo con el clan Filo Ardiente para crear distensión entre la Horda y la Alianza, con el fin de generar un conflicto bélico entre ambas facciones. Jaina y Aegwynn regresaron a Theramore y se encontraron al único chambelán de Jaina corrompido por la influencia del clan orco pero, tras negociar con él, aceptó llevarles hasta el demonio. Zmodlor se escudaba tras un grupo de brujos que lo parapetaban y que no dudaron en hacerles frente. Jaina a punto estuvo de morir durante la batalla, pero fue salvada por Aegwynn para después encargarse de los brujos restantes y enviar al demonio de vuelta al Vacío Abisal.

Esta crisis provocó la firma de un tratado de no agresión entre Jaina y Thrall, con el fin de evitar un nuevo conflicto que pudiera llegar a enfrentar a ambas facciones. Posteriormente, Aegwynn asumiría las funciones de chambelán de Jaina, ocupando el puesto que había quedado vacante.

Durante el armisticio entre la Horda y la Alianza, Jaina ayudó a recuperar la memoria a Varian Wrynn y llevar a Onyxia ante la justicia, siendo la primera en proponer la colaboración de humanos y orcos. También se convirtió en miembro fundador del Nuevo Concilio de Tirisfal, restaurando una organización que llevaba tiempo inactiva.

El destino de Rasganorte

Varios años después y debido a sus sentimientos por Arthas, Jaina fue la primera en presentir el regreso del Rey Exánime. El otrora joven príncipe acababa de derrotar a Ner’zhul, desterrándolo por completo de su mente.

Tras los sucesos de la Batalla de la Puerta de Cólera, en la que el boticario Putress traicionó a la Horda y Alianza bañando el campo de batalla con añublo, el rey Varian culpó a la Horda y se preparó para realizar una incursión en Entrañas. Para evitar un nuevo conflicto bélico, Jaina se teletransportó a Orgrimmar para interrogar a Thrall sobre los sucesos en Angrathar. El Jefe de Guerra le contó que Sylvanas acababa de perder el control de Entrañas y que habían sido traicionados por Putress y Varimathras. Además, la Horda no tenía intención de atacar a la Alianza y pretendía encargarse de los traidores por sus propios medios.

Ante esta revelación, Jaina intentó detener a Varian en su guerra contra la Horda, pero ambos ejércitos acabaron encontrándose en Entrañas. Justo antes de que se produjeran los primeros enfrentamientos entre ambas facciones, Jaina congeló al ejército de la Alianza y los teletransportó de nuevo a Ventormenta.

Tras estos sucesos, Brann Barbabronce descubrió que el dios antiguo Yogg-Saron acababa de escapar de su prisión en Ulduar, por lo que Rhonin y Jaina convocaron una reunión entre la Horda y la Alianza en Dalaran con el fin de abordar la crítica situación. Thrall y Garrosh se presentaron antes de tiempo en la reunión y cuando Varian los vio aparecer se abalanzó sobre Garrosh. Ambos tuvieron que ser separados por Rhonin, mientras Varian juraba que no trabajaría codo con codo con la Horda tras lo sucedido en Angrathar. Jaina, desalentada, se preguntó en voz alta quién sería la esperanza para derrotar a Yogg-Saron.

Asalto al Trono Helado

Tras la finalización del Torneo Argenta, en el que Jaina estuvo acompañando al rey Varian, se inició el asalto a la Ciudadela de la Corona de Hielo. Jaina llegó a las Cámaras Heladas con la idea de razonar con el Rey Exánime y liberar el espíritu de su antiguo amor, Arthas. Tras atravesar la Forja de Almas y el Foso de Saron, llegó acompañada de un grupo de héroes a las Cámaras de Reflexión, donde descubrieron la Agonía de Escarcha. Cuando intentó comunicarse con las almas atrapadas en su interior, apareció el espíritu de Uther, quien le informó de que Arthas ya no era más que una mota en la mente del Rey Exánime y que este debía ser derrotado para proteger Azeroth, aunque el precio debía ser alto y alguien debería ocupar su lugar para controlar a la Plaga.

En ese momento apareció el Rey Exánime y el alma de Uther volvió a la espada. Mientras recuperaba su hojarruna, Arthas reconoció a Jaina, aunque no sirvió de nada pues, inmediatamente, invocó a Falric y Marwin para luchar contra los intrusos mientras se retiraba a sus estancias privadas. Jaina persiguió a Arthas al mismo tiempo que los héroes se encargaban de los antiguos capitanes humanos. Tras derrotarlos y seguir el rastro de Jaina, los campeones la encontraron al borde de la derrota y luchando contra el mismísimo Rey Exánime. Para evitar caer en combate, huyeron por el Pasaje Oculto mientras Arthas seguía sus pasos invocando aberraciones y levantando muros de hielo. Cuando todo parecía perdido y se encontraban al borde de un acantilado, apareció el Rompecielos y los rescató, sepultando la salida del túnel.

Durante el asalto a la ciudadela, Jaina reprendió a Muradin por no dejar que Varok Colmillosauro recuperara el cadáver de su hijo y, tras la derrota del Rey Exánime, descubrió que Arthas aún tenía un guardapelo suyo.

El Cataclismo

Tras los sucesos de Rasganorte, se produjo la invasión del plano mortal por parte de la Pesadilla Esmeralda y Jaina se convirtió en una de sus víctimas. Durante esas pesadillas, Jaina perseguía a Arthas hasta Rasganorte para buscar la Agonía de Escarcha. En lugar de ser su amado el que fuera maldecido por la hojarruna, era la propia Jaina la que acababa portando la espada y convertida en la Reina Exánime.

Durante los homenajes a los caídos en la lucha contra el Rey Exánime que tuvieron lugar en Ventormenta, Jaina supo del ataque por parte de la Horda a una caravana de los elfos de la noche. Este contratiempo despertó los instintos bélicos del rey Varian, por lo que Jaina se vio en la obligación de intentar apaciguar los ánimos de venganza y, gracias a ella, el rey optó por la vía diplomática. Sin embargo, Varian no estaba del todo conforme y no dudó en hacerle ver su tendencia a confiar en la gente equivocada, haciendo hincapié en la confianza depositada en Arthas y en la propia Horda. Cuando Varian abandonó la capital, Jaina se quedó al cuidado de Anduin y le entregó una piedra de hogar conectada a la ciudad de Theramore.

En la mente de Jaina seguía rondando el ataque a la caravana de los elfos de la noche, por lo que se reunió en secreto con Thrall para tratar el asunto. El líder orco le confirmó que él no había autorizado ningún ataque y que le estaba agradecido por conseguir que Varian optase por la vía pacífica. Jaina, por su parte, le advirtió de que en esa situación era posible que ambas facciones comenzaran una guerra.

Tanto la Horda como la Alianza comenzaron a vivir una serie de episodios convulsos. Por parte de la Alianza, Magni Barbabronce había sido petrificado por una maldición y Forjaz había sido tomado por Moira Thaurissan, la líder de los Hierro Negro. En la Horda, Cairne había sido traicionado por los Totem Siniestro y había fallecido envenenado en un combate contra Garrosh. Ante estos sucesos, Jaina se vio obligada a asistir al funeral de Magni y a acoger al hijo de Cairne, Baine Pezuña de Sangre, en Theramore, donde se encontraba también Anduin. Allí ambos forjarían una sólida amistad.

Durante su estancia en Theramore, Anduin descubrió que su padre había enviado a agentes del IV:7 para asesinar a Moira y reestablecer el control sobre Forjaz. Anduin, previendo el desastre diplomático, convenció a Jaina de que le ayudara a detener a su padre, para lo cual abrió un portal directo a Forjaz que le permitió llegar a tiempo para disuadir al rey.

Cuando el Gran Cataclismo sacudió todo Azeroth, Jaina se desplazó a Ventormenta a ayudar en la defensa de la capital durante el ataque por parte de elementales, mientras en Kalimdor, la Horda realizaba ofensivas contra diversos emplazamientos de la Alianza. Cuando los elementales comenzaron a asediar el monte Hyjal para quemar Nordrassil, Jaina se desplazó hasta allí donde asistió al enlace entre Thrall y Aggra.

La caída de Theramore

Tras un ataque de Garrosh al Fuerte del Norte en Kalimdor, y temiendo una incursión de la Horda sobre la ciudad de Theramore, Jaina solicitó ayuda al Kirin Tor y a Kalecgos, quien estaba buscando el Iris de Enfoque desaparecido durante un traslado por parte del Vuelo Azul. El Kirin Tor envió a cinco de sus magos para ayudar en la defensa de la ciudad: Rhonin, Tari Cogg, Amara Leeson, Thoder Windermere y Thalen Tejecanto, mientras que Ventormenta envió varios navíos del IV:7.

El ataque a la ciudad fortificada no se hizo esperar y se produjo por varios frentes. Durante dicho ataque, Jaina desenmascaró a Thalen quien trabajaba para la Horda y había descuidado su defensa a propósito para que varios zapadores goblin pudieran colarse sin dificultad y sabotear las defensas aéreas. Tras acabar con él y restaurar las defensas, la Horda se retiró y la Alianza dio por ganada la batalla. Sin embargo, el plan de Garrosh no era conquistar Theramore por tierra, como parecía en un principio, sino realizar un ataque aéreo. Cuando todo parecía tranquilo, apareció un zeppelin que portaba una bomba de maná creada por elfos de sangre y potenciada por el Iris de Enfoque. Cuando la Alianza quiso reaccionar era demasiado tarde, pues las interferencias provocadas por el Iris de Enfoque evitaban que se pudiera utilizar la magia y no había defensas aéreas operativas que pudieran derribar el zeppelin. En ese momento, Rhonin abrió un portal por el que empujó a Jaina y atrajo la bomba hacia la torre de hechicería, que acabo destruyendo la ciudad y matando a todos los allí presentes.

Cuando Jaina se recuperó descubrió que Theramore había desaparecido y que todos los que habían luchado en su defensa, incluido Rhonin, habían fallecido. La ira la consumió y se dirigió a la torre de hechicería donde detonó la bomba para robar el Iris de Enfoque. A continuación, intentó sin éxito convencer a Varian y Anduin de un ataque directo contra Orgrimmar. Desesperada, se dirigió a Dalaran donde robó un libro que explicaba como utilizar el Iris de Enfoque y, tras ello, se dirigió a la Isla de Batalla, cercana a la capital de la Horda, para invocar un gran ejército de elementales de agua que se dirigirían en forma de tsunami hacia Orgrimmar. Sin embargo, el ataque a Theramore había provocado el envío de una gran flota por parte de la Alianza que se apostaba en las costas de Durotar. Esto frustró los planes de Jaina de arrasar la ciudad orca pues, de producirse el tsunami, toda la flota sería arrasada y destruida. Pese a ello, la Alianza consiguió recuperar el Fuerte del Norte.

Kalecgos y Jaina regresaron a Dalaran y la joven devolvió el Iris de Enfoque al Vuelo Azul. Posteriormente, tras conocer el fallecimiento de Rhonin, el Kirin Tor nombraría a Jaina como su nueva líder.

El conflicto de Dalaran

Jaina comenzó realizando algunos cambios en Dalaran. Tras muchos años apoyando la colaboración entre la Horda y la Alianza, Jaina se enfrentó a los Atracasol acusándolos de servir a Garrosh y trabajar como espías. A pesar de ello, defendía la neutralidad de Dalaran, hasta el punto de defender a los elfos de sangre cuando Anduin llegó a la Ciudadela Violeta a intentar involucrar al Kirin Tor en la guerra contra la Horda.

La actitud de Jaina cambió radicalmente cuando los elfos de Darnassus encontraron la campana divina en Pandaria, un artefacto mogu que estaba siendo buscado por la Horda. Jaina los ayudó a proteger la capital de los kaldorei con resguardos mágicos para evitar que fuera robada, pero la Horda no tardó en infiltrarse y robar el preciado objeto. Cuando Jaina descubrió que habían sido los Atracasol los responsables de burlar las defensas mágicas, reunió a la Alianza, el Kirin Tor y el Pacto de Plata para expulsar de la ciudad flotante a los elfos de sangre. Los que se rindieron fueron encarcelados, mientras que el resto fueron asesinados. Sin embargo, el archimago Aethas Atracasol, uno de los miembros del Consejo de los Seis, consiguió cruzar un portal hacia Lunargenta y ponerse a salvo.

Tras este suceso, Jaina declaro a Dalaran como no neutral y que volvía a incorporarse como ciudad de la Alianza.

La guerra en Pandaria

Después de que los Zandalari despertaran a Lei Shen, la Horda envió al Embate de los Atracasol para controlar la Isla del Trueno y poder hacerse con cualquier reliquia mogu que hubiese por la zona. Ante la posibilidad de que se repitiese lo sucedido con la campana divina, Jaina formó la Ofensiva del Kirin Tor y estableció su base en el Alto Violeta.

Tras asaltar y conseguir destruir la Puerta del Emperador, el Shadopan y la Ofensiva del Kirin Tor aseguraron las Forjas del Trueno y el Muelle Aguaturbia. Jaina lideró el asalto a la fortaleza del Señor del Trueno y, tras encargarse de Shan Bu, se encontró con las tropas de Lor’themar frente a frente. Lo primero que exigió fue la entrega de Aethas a cambio de la vida del regente de Quel’thalas, mientras que Lor’themar exigió la liberación de los Atracasol encerrados en el Bastión Violeta. La tensión iba en aumento hasta que Taran Zhu, aún gravemente herido, tuvo que intervenir para mediar entre ambos líderes y evitar que llegase la sangre al río. La mediación tuvo éxito, aunque Jaina no perdió la oportunidad para dejar claro que la paz no sería posible mientras Garrosh siguiera al frente de la Horda. Sorprendentemente, Lor’themar le dio la razón, lo que relajó la tensión en Jaina, quien ordenó a Vereesa y el resto de fuerzas de la Alianza que bajaran la guardia y se retirasen.

El asalto a Solio del Trueno dio comienzo y Jaina aprovechó para confiar a los héroes una misión de vital importancia. Debían utilizar su bastón en el Pináculo de las Tormentas para absorber el poder del Rey del Trueno y así poder utilizarlo contra Garrosh cuando se diese la oportunidad.

Tras la caída del Lei Shen, Jaina se dirigió a la Cámara de Y’Shaarj tras descubrir que Garrosh había corrompido las pozas del Valle de la Flor Eterna para revivir el Corazón de Y’Shaarj, uno de los últimos remanentes de un dios antiguo. Al llegar a la cámara, el Sha del Orgullo acababa de ser derrotado por los héroes de Azeroth, acompañados del Eremita Cho y Lor’themar. Tras una breve discusión, Jaina abrió un portal para transportar a los héroes hasta Orgrimmar e iniciar el asalto que terminaría con el liderazgo de Garrosh.

Junto a Varian y Vereesa, Jaina lideró el asalto a la Bahía Garrafilada y acabó destruyendo las defensas al mando de Galakras. Posteriormente, las fuerzas de la Alianza avanzaron hasta penetrar en la capital de la Horda, donde fueron superando poco a poco a las fuerzas de Garrosh hasta encontrarse con el mismo Jefe de Guerra en una sala en la que conservaba el Corazón de Y’Shaarj aún latente. Tras un intenso combate, Garrosh fue derrotado.

Jaina aprovechó el momento para sugerir a Varian que aprovechara la ocasión de asestar el golpe definitivo a la Horda, con el fin de desmantelarla por completo. Ante su sorpresa, el Rey de Ventormenta ofreció un pacto a Vol’jin, quien se convertiría en nuevo Jefe de Guerra de la Horda. Jaina recriminó su actitud a Varian y le dijo que se arrepentiría de su decisión en algún momento.

Crímenes de Guerra

Jaina asistió al juicio de Garrosh en el Templo del Tigre Blanco, en Pandaria. En la noche del cuarto día del juicio, Kalec se acercó a la tienda de campaña de Jaina y le pidió dar un paseo para charlar, pues parecía preocupado. En el camino hacia la playa, Jaina recordó el encuentro con Kalec a las afueras de Theramore y como los acontecimientos recientes los habían distanciado.

Kalec le expresó su preocupación tras el cambio de actitud de Jaina, ya que se había vuelto muy dura y amargada por lo sucedido en Theramore. Este comentario frustró a Jaina quien enumeró todo lo que había tenido que sufrir. Kalec le dijo que tenía derecho a sentirse así, pero que le preocupaba que su odio no terminara con el juicio de Garrosh.

El séptimo día del juicio, la propia Jaina fue llamada como testigo por Tyrande, quien le preguntó sobre los eventos que destruyeron la ciudad de Theramore y sobre el robo del Iris de Enfoque. Tras el turno de Tyrande, Baine se acercó a Jaina para preguntarle que hizo después de la destrucción de Theramore. Jaina contó con detalle como intentó persuadir a Varian para atacar Orgrimmar y, ante su negativa, como preparó el ejército de elementales de agua con los que quería arrasar la capital de la Horda.

El exilio de Jaina

Años después de los sucesos de Pandaria, se produjo la tercera invasión de la Legión Ardiente en Azeroth. Jaina acudió a la Costa Abrupta para rechazar a los demonios, pero el incesante goteo de huestes demoníacas que llegaban a través de los portales, forzó a la retirada de la Alianza y de la Horda, perdiendo ambas facciones a sus líderes.

Cuando Khadgar le pide al Consejo de los Seis que permita a la Horda regresar al Kirin Tor y a Dalaran, Jaina se niega citando todas las atrocidades cometidas en el pasado por ellos. El Consejo lo somete a votación, pero Jaina les advierte que abandonaría el Kirin Tor si la Horda vuelve a Dalaran. Finalmente la votación acepta el regreso de la Horda por 4 votos a favor y 2 en contra, por lo que Jaina, sintiéndose traicionada, critica la decisión y posteriormente abandona Dalaran, dejando el Kirin Tor en manos de Khadgar.

Antes de la tormenta

Para sorpresa de Kalecgos, Jaina se reunió con él una vez más durante su visita al monumento a Antonidas. Era la primera vez que se veían desde que Jaina partió del Kirin Tor sin dar explicaciones. Kalec se alegró de verla y ella lo felicitó por haberse convertido en miembro del Consejo de los Seis. Él le agradeció la recomendación, aunque con mucho gusto abandonaría su puesto si ella decidía volver, a lo que Jaina se negó. Aunque no tenía claro lo que le depararía el futuro, sabía que su sitio no estaba en el Kirin Tor, pues seguía viendo un error la decisión de readmitir a la Horda en Dalaran. Aún así, Jaina confesó que no le gustaba como había cambiado debido al odio que sentía, a lo que Kalec responde disculpándose por no poder ayudarla, pero que cuando lo necesite, él estará allí.

La Batalla por Azeroth

Tras la derrota de la Legión Ardiente, Jaina regresó para participar activamente en la guerra entre Horda y Alianza. Llegó con su nave propulsada con magia justo a tiempo para la Batalla por Lordaeron, despejando el añublo que Sylvanas había vertido a las puertas de la fortaleza y utilizando los cañones de su barco para abrir una brecha en los muros de Lordaeron por la que se infiltraría la Alianza. Cuando llegaron a la sala del trono, se encontraron a Sylvanas sola, pero la nueva Jefa de Guerra de la Horda hizo estallar unas cargas que provocaron el vertido de gran cantidad de añublo sobre ellos, mientras escapaba atravesando el techo. De no ser por Jaina, quien teletransportó al grupo a un lugar a salvo, hubieran perecido allí mismo.

Tras la Batalla por Lordaeron, la Horda se infiltró en Ventormenta para liberar a dos prisioneros zandalari: la Princesa Talanji y Zul el Profeta. Jaina se enfrentó a las fuerzas de la Horda en el puerto de Ventormenta, aunque consiguieron escapar gracias a una distracción orquestada por Zul que obligó a Jaina a intervenir, dejándoles vía libre. De los ocho navíos que salieron persiguiendo a los intrusos, solamente regresó uno, por lo que Jaina utilizó un hechizo para leer los recuerdos de los supervivientes y descubrir que la Horda se había aliado con los Zandalari. Ante esta situación, Jaina sugirió a Anduin que debían ir a Kul Tiras a reclutar su legendaria flota de navíos.

De camino a su tierra natal, Jaina tuvo una pesadilla en la que se veía a ella misma de niña cantando alegremente con su padre, hasta que él se daba la vuelta y le acusaba, ya siendo adulta, de asesina. Cuando llegaron a Boralus, descubrió que los ciudadanos la temían y odiaban por su papel en la muerte de su padre, hasta el punto de ser arrestada y llevada ante la presencia de la Lady Almirante, su madre Katherine. Una vez frente a ella, su madre la acusó de traidora y la condenó a ser enjuiciada, todo por recomendación de Priscilla Gobernalle.

Jaina fue exiliada a una isla frente a la costa del Valle Canto Tormenta, donde fue capturada por Gorak Tul y llevada a Thros, las Tierras Contagiadas. Una vez allí, Jaina comienza a obsesionarse con recuerdos sobre su pasado que incluyen a Arthas en Stratholme, Varian en la Batalla por Entrañas y Daelin en Theramore.

Katherine Valiente, al darse cuenta de que Daelin había perdido la cordura por si mismo, fue a buscar a Jaina y la convenció de que se perdonase a si misma por sus acciones. Tras acabar con Gorak Tul, ambas regresaron a Boralus a tiempo para luchar contra un ataque de Gobernalle. Tras repeler el asalto, Katherine le entrega a Jaina el colgante de su padre y con la flota restaurada y liderada por su hermano Tandred, consiguen la rendición de Priscilla Gobernalle. Tras esto, Katherine renunció a su puesto y nombró a Jaina como Lady Almirante de Kul Tiras.

Mareas de venganza

Durante los memoriales por su hermano Derek y su padre Daelin, Jaina habló con Tandred y Katherine sobre como siempre había esperado que su hermano Derek se convirtiese en Lord Almirante de la flota de Kul Tiras, sobre como la Horda había recuperado el cadáver de Derek y sobre lo que su padre y hermano fallecidos pensarían de lo que había sufrido Kul Tiras.

Taelia Fordragon apareció para avisar de un ataque de la Horda en el Estrecho de Tiragarde, por lo que Jaina se apresuró a enfrentarse a ellos, al mismo tiempo que su madre y hermano preparaban las defensas. Una vez llegó al lugar del ataque, teletransportó a los civiles y pidió a Taelia y al campeón de la Alianza que trabajaran con los estabilizadores. Posteriormente, congeló el agua del mar para evitar que la Horda pudiera entrar en el Estrecho y utilizó bombas de azerita para hundir las naves invasoras.

Tras el ataque de la Horda, Jaina se dirigió a Zuldazar para recuperar el Cetro Abisal, que había sido robado por la Horda. El Magister Umbric ocultó la magia de Jaina con el vacío para evitar ser detectados, mientras ella abría un portal para que Flynn, Mathias Shaw y el héroe accedieran al tesoro zandalari.

Ya en Nazmir, el Maestro del Acero Telaamon dirigió un ataque para sacar a la Horda de Zuldazar mientras la Alianza se preparaba para atacar Dazar’alor creando una densa niebla con ayuda del Cetro Abisal. Gracias a los inteligentes movimientos de la Alianza, la Horda creyó que la flota enemiga se encontraba en Nazmir y dirigió allí al grueso del ejército. Junto al héroe, Jaina entró en Zuldazar a lomos de cuernoatroces desde la frontera norte, tomando la puerta de sangre y así despejar el camino para las fuerzas de la Alianza.

Jaina comandó entonces el ataque a Dazar’alor junto a toda la armada de la Alianza. Una vez dentro del alcance, detonarían los explosivos ocultos que previamente habían colocado estratégicamente para diezmar la flota Zandalari. La Flota Dorada comenzó a atacar a la armada de la Alianza y una de sus balistas provocó que el suelo se derrumbase bajo Mekkatorque justo cuando iba a detonar los exposivos. Utilizando su magia, Jaina otorgó tiempo suficiente al Manitas Mayor para recuperar el detonador y pulsar el botón que provocó la destrucción total de los navíos zandalaris. Tras ello, la flota de la Alianza tuvo vía libre para asediar la ciudad dorada de Dazar’alor.

Durante el asedio y tras la muerte del Rey Rastakhan, Jaina se enfrenta a los héroes de la Horda mientras protege la retirada de su flota de vuelta a Boralus. Una vez allí, Jaina habló con Mathias Shaw, Genn Cringris, Halford Aterravermis y Anduin Wrynn. Este último lloró la pérdida de vidas y se preocupó por el Manitas Mayor Mekkatorque, quien estaba en animación suspendida tras su combate contra las fuerzas de la Horda y Gallywix. También le preocupaba que el haber matado al rey de los zandalari provocase la entrada de los Zandalari en la Horda, así como las represalias que podrían llevar a cabo. Mientras Aterravermis, Cringris y Shaw querían aprovechar la ventaja para ganar la guerra en cuestión de semanas, Jaina argumentó que atacar a los Zandalari mientras lloraban a su rey no los haría mejores que Sylvanas.

Tiempo después, Valeera entregó a Jaina un mensaje de Baine para encontrarse frente a la costa de Theramore, a lo que aceptó con la condición de que no iría sola. Una vez allí, el tauren le entregó a su hermano Derek recientemente resucitado. Tras el shock inicial, Jaina consideró una afrenta la situación al pensar que Derek era títere de Sylvanas, pero cuando su hermano le aseguró que la mente solo le pertenecía a él mismo y que Baine lo había rescatado, Jaina se sorprendió. Cuando preguntó a Baine el porqué de su ayuda, el tauren le respondió que hay una enfermedad en la Horda y que su corazón ya no podía soportar más los terribles actos de Sylvanas. Jaina le hizo ver que la Jefa de Guerra lo mataría por esta traición, pero Baine respondió que no valía la pena vivir una vida sin honor.

La trampa de Nazjatar

Tras ver que la flota restante de la Horda se desplazaba hacia mar abierto la Alianza, con Jaina liderando, reunió todos sus navíos para acabar con el poder naval de su enemigo. Lo que la Alianza no sabía era que Nathanos, a bordo de Lamento del Alma en Pena, utilizaba la daga Xal’atath para guiar a su flota hacia Nazjatar, donde serían atacados por los naga bajo el mando de la Reina Azshara, después de que se abrieran las aguas ante ellos.

Tras darse cuenta de que su refugio era apenas defendible, y que gran parte del ejército estaba aún en una posición más complicada, Jaina decidió internarse en Nazjatar para preparar unas defensas más efectivas. Sin embargo, en el camino se encontraron con Okani, líder de los Ankoan. Mientras avanzaban juntos, se enfrentaron a una proyección de la propia Azshara que se jactó de que Nazjatar sería lo último que verían y prometió que mantendría las aguas a raya mientras estuviera entretenida.

Los Ankoan permitieron a la Alianza reagruparse y reforzarse en su base de Mezzamere y Jaina agradeció el gesto recordando que la Alianza permanecía con vida gracias a su ayuda. En la nueva ubicación creó un portal que conectaba Mezzamere con Boralus y, tras ello, envió exploradores para estudiar el Palacio de Azshara, aunque nunca regresaron, por lo que, junto al adalid, realizó un hechizo para descubrir su paradero. Los exploradores habían sido asesinados y Azshara estaba en posesión de la Piedramar de Golganneth.

Más tarde, Jaina recurrió a Okani para descubrir todo lo que los Ankoan conocían sobre los naga con el fin de poder luchar con ventaja. También descubrió que las armas que portaban los naga estaban imbuidas con azerita y habían sido creadas por Lady Gobernalle, por lo que se propuso asegurar esas armas para su propio ejército.

Tiempo después, Jaina se enteró, gracias a espías de la Alianza, de que Sylvanas planeaba asesinar a Baine, por lo que se sintió en deuda con él y aceptó la solicitud de Anduin de acudir en su rescate. Junto a Mathias Shaw y el adalid, se dirigió a Orgrimmar para rescatar al tauren, pero una vez allí se encontró con Thrall y Varok Colmillosauro, quienes también habían ido a rescatar a Baine, por lo que acordaron trabajar juntos. Tras avanzar hacia donde estaba recluido, tuvieron que derrotar al Magister Hathorel, tras lo cual pudieron liberar al prisionero de sus ataduras y juntos se teletransportaron a una zona segura en Mulgore.

Con Cima del Trueno en el horizonte, Thrall agradeció a Jaina su ayuda en el rescate de Baine y le reveló que deseaba poder cambiar todo lo sucedido y que, a veces, sentía que lo había hecho todo mal. Jaina le respondió que todos tenían sangre en sus manos, pero a Thrall le preocupaba mucho que Sylvanas fuese a atacar Cima del Trueno y reducirlo a cenizas, como había hecho con Teldrassil. Jaina le recordó como se unieron la Horda y la Alianza para luchar en la Batalla del Monte Hyjal, pero Thrall le hizo ver que todas esas veces que se habían unido habían quedado en nada, pues todo se había desmoronado, preguntando a Jaina por qué iba a ser distinto esa vez. Ella le respondió que ellos eran diferentes, tras lo que se fue a informar a Anduin del éxito de la misión.

Al regresar a Nazjatar, Genn Cringris se indignó con Jaina por haber ayudado a salvar a un líder de la Horda, pero ella argumentó que ahora tenían un enemigo común. Señaló que Sylvanas y Azshara querían que la Alianza y la Horda se atacaran mutuamente, por lo que deberían enfocar sus esfuerzos en derrotar a Azshara primero, y luego encargarse de Sylvanas. Además, darían tiempo a que la rebelión de Varok diese sus frutos en el seno de la Horda.

Tratando de quitarle a Azshara el poder de la Piedramar de Golganneth, Jaina envió a Shandris y al adalid a investigar las ruinas de Zin-Azshari para buscar algo con lo que contrarrestar el poder con el que el guardián protegía la Piedramar. Allí encontraron por sorpresa las Jabalinas de Suramar con las que podrían completar su misión y asegurar el poder del Pilar de la Creación.

Llegado el momento de atacar, Jaina ordenó a sus tropas un enfrentamiento directo contra los nagas pero, por el camino, se encontró a Lor’thermar y Thalyssra con quienes, tras una breve discusión, acordaron luchar juntos contra las fuerzas de Azshara. Utilizando las Jabalinas de Suramar, rompieron la barrera protectora que les impedía llegar hasta la Piedramar y la campeona de Azshara encargada de protegerla, Lady Zharessa. Tras derrotarla, Jaina y Thalyssra utilizaron sus poderes combinados para abrir el camino al Palacio de Azshara.

Poco a poco se abrieron camino por el palacio hasta llegar al Círculo de las Estrellas, donde se enfrentaron a la propia Reina Azshara. Tras derrotarla, cuando Lor’themar y Jaina se acercaban para rematarla, unos sellos titánicos se activaron y las cadenas que contenían al dios antiguo N’zoth se rompieron, dejándolo libre. Este recogió el cuerpo de Azshara y se la llevó, por lo que la victoria para Alianza y Horda había sido estéril.

Tras los sucesos de Nazjatar, Jaina estuvo presente durante el asalto a Orgrimmar en el que Varok Colmillosauro retó a Sylvanas Brisaveloz a un mak’gora, en el que el orco luchó y murió. Tras la huida de Sylvanas, se unió a Lor’themar y Thalyssra para comentar lo extraño de la magia que la Jefa de Guerra había utilizado para acabar con Varok. Ninguno conocía el tipo de magia utilizado.